Ladrilleros de la reconstrucción

[Los inmigrantes y la ciudad] A principios de la década del ’50 muchos bolivianos y bolivianas empezaron a llegar a la provincia para ser parte del emerger de la nueva ciudad de San Juan post terremoto de 1944.

Por Fabián Rojas

La actividad ladrillera en San Juan, al igual que en Mendoza, hoy ocupa el cuarto o quinto lugar a nivel país después de la producción de ladrillos en Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Se trata de la actividad esencial para la construcción que el imaginario colectivo siempre asocia con la comunidad boliviana. Y es sin dudas así, porque gran parte de los aproximadamente diez mil bolivianos y bolivianas en San Juan se dedican a ello. Y fueron esas personas quienes fabricaron gran parte del arsenal de ladrillos luego del terremoto de 1944 en San Juan, cuando hubo que reconstruir la ciudad.
Los migrantes bolivianos se instalaron desde la primera parte de la década del ‘50 principalmente en Capital y Rivadavia. Es por eso que en esas zonas aún hoy residen los habitantes de Bolivia más antiguos. Luego se fueron trasladando a Rawson y a Santa Lucía, incluso en los ‘90 sus hornos de ladrillos fueron desterrados de Rivadavia con el argumento de contaminación ambiental y daños al suelo. Así terminaron viviendo en Alto de Sierra, Albardón, Angaco, Santa Lucía, Rawson, Chimbas. “Hoy se ubican más hacia el Este y el Sur de la Capital, porque esas zonas son más ricas en limos y arcillas”, explica Rosa del Valle Ferrer, en alusión a la obra natural del otrora cauce del Río San Juan. Ferrer, docente e investigadora de la UNSJ, es autora del libro “Bolivia en San Juan. Migración, Espacios y Cultura”, presentado el reciente 26 de agosto en esta Universidad.

Dos hornos
A mediados del Siglo XX existían dos hornos de ladrillos trabajados por descendientes de españoles. Uno estaba en la zona del hipermercado de Scalabrini Ortiz y Circunvalación y el otro cerca de la UVT (Unión Vecinal de Trinidad). Aquellos primeros ladrilleros no bolivianos buscaron mano de obra, pues la ardua reconstrucción de San Juan así lo demandaba. Bolivianos y bolivianas ya habían estado en esta provincia con labores agrícolas. Y así debió haber sido el contacto con aquellos ladrilleros que necesitaban más manos para modelar el barro. “En esos años cincuenta hubo una crisis económica en Bolivia que de alguna manera expulsaba a la población”, dice la investigadora. Pero además fue el terremoto de 1944 en San Juan el mayor propulsor de la llegada de trabajadores bolivianos, quienes vinieron solos al principio para luego traer a sus familias. “En los primeros 20 o 30 años de estar acá, las uniones eran entre la colectividad, entre paisanos y paisanas, como se denominan ellos entre sí. Pero con el paso del tiempo se casaron con criollos, con descendientes de otros migrantes. Ellos se consideran sanjuaninos e incluso la tercera y cuarta generaciones nacieron acá”, cuenta Ferrer. La docente de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes esgrime que la situación de ellos hoy es absolutamente legal: “Desde 2004 tienen ya su documentación, pero es cierto que estuvieron por mucho tiempo de manera ilegal en el país. Estar de manera legal no sólo fue importante por la escuela de sus hijos sino también que la industria de ladrillos, que se ha arreglado mucho en ese aspecto. Hoy para estar al frente de un horno tienen que estar bien asentados e incluso funcionan cooperativas”.

La migración de lo cultual
La autora del libro denomina migración de lo cultual a una serie de prácticas culturales que llegaron de la mano de la comunidad boliviana, entre ellas, el abrazo a la religiosidad. “Ellos son muy marianos, muy devotos de la Virgen María pero con la advocación de la Virgen de la Candelaria de Copacabana. Esa Virgen es la Patrona de Bolivia. En 2019 han cumplido 35 años de haber traído la imagen de la Virgen, de cuando le hicieron las primeras fiestas. La imagen de esa Virgen de la Candelaria está en la casa de la familia Franco Aguilar, en Rivadavia, y hay otra imagen en la Iglesia María Madre de Dios, del Barrio Aramburu. El 2 de agosto fue el día de Fiesta de la Virgen y la Novena y la fiesta fue en la Iglesia de Desamparados y alrededores”, enseña Ferrer. En esas fiestas bailan caporales, tinkus, morenadas. “Pero en bailes comunes, en las familias, bailan huaynos y sayas; en ese sentido hoy en Argentina hay mucha influencia andina norteña”, explica Rosa Ferrer, quien es directora del Programa Universitario de Asuntos Indígenas (PUAI) de la UNSJ.
Pero la comunidad también trajo consigo la devoción a la Virgen de Urkupiña y al Cristo de Quillacas. Y la comunidad boliviana en San Juan, cuyas raíces son quechuas y aymaras, abraza otras prácticas como la celebración del brindis por la tierra, la Pachamama. “Ellos lo hacían en sus hornos y en 2005 lo empezaron a hacer en ámbitos públicos. Desde ahí se comenzó a realizar en la ex Estación San Martín, junto con la comunidad huarpe”, define Ferrer, quien agrega que los lugares originarios de estos inmigrantes son fundamentalmente La Paz, Oruro y Sucre.

La escalera boliviana
Ferrer dice que ante el esfuerzo de trabajar domingo a domingo y la eventual mejoría económica de quienes se dedicaron a construir ladrillos, muchos pasan de ser obreros a ser socios de dueños de hornos. “Al principio los hornos no eran de ellos, pero ahora, en muchos casos, sí. Algunos bolivianos incluso compraron terrenos, se convirtieron también en agricultores y tienen sus puestos de verduras; hay otros que son comerciantes y transportistas. Hay varios camioneros que transportan su propia producción de ladrillos”, comenta Ferrer, quien a esto llama La escalera boliviana.

Mostrarse
En esa posibilidad de que bolivianos y bolivianas puedan acceder a la educación, la autora advierte una gran influencia de la mujer de esa comunidad. Pero su buena impresión sobre el rol de la mujer es más general: “Rescato su ímpetu, cómo afronta el desarraigo y el hacer de este destino su casa, su hogar. Este adaptar a la familia a un lugar diferente. Siempre tratando de integrarse”, describe. Y añade: “Al principio no querían decir que eran bolivianos porque eran discriminados. Pero ha habido un cambio. Eso lo veo desde 2010, de cuando vino (el Presidente de Bolivia) Evo Morales a San Juan y le dieron el Honoris Causa. De ahí es como que ellos dijeron ‘sí, somos bolivianos’, como que hubo un despertar a mostrarse”.

Luego de su tesis de Maestría de Historia, Rosa Ferrer decidió hacer de aquélla la principal materia prima de su libro “Bolivia en San Juan. Migración, Espacios y Cultura”, editado por la Editorial de la UNSJ. Es un trabajo realizado desde la geografía, la antropología y la historia oral, eso de obtener datos y testimonios mediante entrevistas cara a cara y su posterior transcripción textual. “No hay nada escrito sobre ello (la comunidad boliviana en San Juan) y lo que hoy está escrito se basa en sus testimonios”, dice Ferrer sobre esta obra presentada recientemente y disponible en la Librería de la Editorial UNSJ.

 

Migrar hacia Argentina
“La Revolución boliviana en 1952 (…) llevó a cabo una reforma agraria que pretendía mejorar las condiciones de tenencia y producción de la tierra en el agro andino, pero al mismo tiempo fomentó el aumento del flujo de migración hacia la Argentina, ya que dicha reforma no solucionó, en lo central, el problema de reproducción económica agraria” (Zalles Cueto, A., citado por Rosa Del Valle Ferrer en “Bolivia en San Juan. Migración, Espacios y Cultura” – Editorial UNSJ, 2019)

 


Perteneciente a octubre/73: edición Nº41, año VII. Septiembre de 2019