Inmensa patria

Editorial | Oscar Nasisi, rector de la Universidad Nacional de San Juan

Cada 25 de Mayo, más allá de historias oficiales y necesarias revisiones, nos sitúa ante un balance ineludible. A 207 años de la revolución que dio origen a nuestra patria, seguimos preguntándonos, como lo hicieron los hombres de mayo de 1810, por quién queremos ser gobernados. El dilema no es, afortunadamente, cuál dictador le viene mejor a una patria naciente: la democracia y la república tienen argumentos y razones de sobra para ser nuestra legítima forma de gobierno.
Con errores y aciertos, hemos ido eligiendo gobernantes, en un continuo que ya lleva más de 34 años y que dice bastante acerca de nuestra identidad como argentinos, yo diría más bien de nuestra mirada sobre nosotros mismos. Desde 1983, nuestra forma de elegir gobernantes tuvo por momentos ribetes futboleros: radicales o peronistas, esa era la cuestión. Con el tiempo, la elección incluyó otros condimentos y, entonces, empezamos a preguntarnos qué clase de radicales o qué clase de peronistas. Y después, qué, con quiénes y con qué fin, dando lugar a alianzas que resultaron ser verdaderos experimentos sociológicos y que, sin ser yo un historiador ni un sociólogo, opino que deberían ser estudiadas como tal. Todavía hoy una gran parte de nosotros elige estos experimentos, votando a algo mucho más abstracto que cualquier ideología: el cambio, por el cambio mismo.
Eso somos los argentinos. Negarlo sería una necedad. Reconocerlo es parte del aprendizaje que nos debemos. Y nos guste o no nos guste, un gobierno elegido por el pueblo es legítimo y debe ser reconocido como tal. Pero tal vez sería hora de preguntarnos, mientras el actual gobierno transita su segundo año de mandato, cuál es la ideología que más tiene que ver con nosotros, con nuestra historia, con nuestra idiosincrasia y con nuestro ser nacional. Reflexionar, ya que tanto nos gustan las polaridades cuasi futboleras, si necesitamos gobernantes de derecha o de izquierda, para ser la Argentina que debemos ser.
Hay que ser claros en algo: somos latinoamericanos. Como tales, somos una mixtura entre conquistadores y conquistados, viejo y nuevo mundo, insertos en un continente que labró a sangre y fuego su independencia y que todavía hoy pugna por un lugar propio y una identidad que excede largamente a la mezquina mirada de simples proveedores de materia prima con que otros países nos quieren ver.
Somos latinoamericanos. Esto equivale a decir que en nuestro ADN está el sentido de Patria Grande, de pueblo unido contra la dominación, de bien común, de sociedades más justas y humanas para más cantidad de personas. No el individualismo exacerbado, no el liberalismo a ultranza que privilegia a los que ya tienen privilegios, que desprecia lo público y que desconoce lo popular.
Un gobierno de derecha no nos representa ni nos define. No es identitario de nuestra historia y nuestra pertenencia. El bien común que perseguimos precisa de gobernantes más inspirados en el ideal de Patria Grande que en las necesidades del mercado. Encontrar el equilibrio, el justo punto medio, es tarea de todos los que elegimos gobierno, para que esta inmensa patria que somos se reconozca a sí misma, en cada argentino y en cada argentina. //

 

octubre/73, edición Nº 31, Año V – Mayo de 2017