El desafío latente de la Reforma del ‘18

Editorial: Escribe Dr. Oscar Nasisi, rector de la Universidad Nacional de San Juan

Muchas veces hemos hablado de la importancia de reconocer a los que nos antecedieron y de honrar sus vidas. En algunos meses, estaremos transitando el año del centenario de la Reforma Universitaria de 1918; aquel movimiento estudiantil surgido en la Universidad Nacional de Córdoba entre cuyos objetivos figuraban la autonomía universitaria, el cogobierno, la extensión universitaria, la periodicidad de las cátedras y los concursos de oposición. Todos estos objetivos no sólo siguen vigentes, sino que se sumaron otros más.
Es imprescindible que hoy, a casi un siglo de la Reforma Universitaria, volvamos a pensar en una universidad necesaria para el desarrollo de nuestro pueblo. Ya no podemos darnos el lujo de ser simples observadores: en nosotros, los universitarios, está la semilla para impulsar una sociedad más justa, más solidaria y con lugar para todos. Ese es el gran desafío que enfrentamos hoy. ¿Y cómo vamos a hacerlo? Sosteniendo la existencia de una educación superior inclusiva, al alcance de todos y con calidad. Inclusión sin calidad no es inclusión, es más bien un espejismo. Eso no debemos perderlo de vista.
El desafío de la Reforma del ‘18 sigue latente. Es cierto que es mucho lo que se ha conseguido, pero todavía tenemos una deuda y es que nos siguen faltando ideas. Con las buenas intenciones no alcanza, hay que poner a trabajar la mente y el corazón para encontrar las soluciones a los problemas que la sociedad nos plantea. Octavio Paz dijo que “si las revoluciones no se hacen con palabras, las ideas no se implantan con decretos”. El diálogo, la escucha generosa, el respeto por el pensamiento del otro siguen siendo la gran deuda en algunos sectores de nuestras universidades. Algo que los reformistas del 18 ya sabían y que a veces nosotros nos olvidamos de honrar.
Rescato de la Reforma del ‘18 dos cosas: la coherencia y la autenticidad. No podemos hoy, como universitarios que somos, adherir a un discurso libertario y actuar en contrario. O decir que queremos una universidad abierta e inclusiva y no escuchar lo que la sociedad espera de ella. Hoy más que nunca tenemos la responsabilidad de hacer posible aquel pensamiento del Manifiesto Liminar que redactaron los reformistas: “Toda la educación es una larga obra de amor a los que aprenden”. Si no somos capaces de entender y sostener este pensamiento, es mejor que nos dediquemos a otra cosa. //

 


octubre/73, edición Nº 32, Año V, julio de 2017