Necesidad de la filosofía

[CIENCIA Y SOCIEDAD] El pensamiento filosófico forma parte del pensamiento crítico, aunque resulta independiente del pensar científico: todos estamos en condiciones de adquirir el hábito de un pensamiento reflexivo y revelador.

 

Escribe Elio Noé Salcedo

Filosofía es una de las disciplinas que se cursan en la Universidad Nacional de San Juan. Pero no es esa situación la que nos lleva a hablar de filosofía en este espacio de ciencia sino en la medida en que filosofía y ciencia comparten un mismo campo y una misma misión: el campo del saber crítico o reflexivo y la misión de buscar y descubrir la verdad.
De acuerdo a una conocida clasificación, existen dos clases de saber: el saber ingenuo, vulgar o espontáneo y el saber crítico o reflexivo. El saber crítico o reflexivo se divide a su vez en saber científico y saber filosófico.
El pensamiento ingenuo o espontáneo es común a todos los hombres y se confunde generalmente con la sabiduría popular o el “sentido común”, aunque en verdad esconde una base irreflexiva y no siempre original ni tan útil y beneficiosa para cada circunstancia de la vida personal o social, pues se deja llevar comúnmente por la sensación, la primera impresión, el prejuicio, la moda, el contagio emotivo, la presión social o el bombardeo mediático. Estos son, básicamente, los terrenos fértiles donde germina la denominada Posverdad (definida también como “mentira emotiva”).
Por su parte, el pensamiento científico y el pensamiento filosófico comparten un mismo carácter crítico y reflexivo -si bien tienen raíces distintas-, ya que todo saber científico remite a planteos filosóficos o desemboca necesariamente en cuestiones filosóficas.
De alguna manera, como dice el filósofo Francisco Romero, “la forzosa particularidad de los saberes científicos exige un saber que apunte a esa visión armónica y plausible de la totalidad…”, de la que el hombre no puede prescindir si quiere dominar la realidad, y que, de no ser así, “fragua en las suposiciones del mito”, se enreda en los presupuestos de la posverdad o sucumbe ante la superficialidad y despersonalización que explota diariamente en sus consumidores la omnipresente televisión…, que no nos ayuda precisamente a pensar.
Si en el pensar ingenuo o espontáneo “nos hallamos habituados a las cosas tal como se manifiestan” y “nos parece natural que el mundo sea como es”, en el pensar crítico o reflexivo, “nada nos parece normal y justificado por el mero hecho de su existencia”. Después de todo, nada es porque sí, y hasta resulta lógico pensar que no podremos solucionar definitivamente nuestros problemas y eliminar sus efectos sin primero encontrar, conocer y eliminar sus causas.
De allí la necesidad de la filosofía, que es lo mismo que decir: necesidad de pensar con el fin de dominar el mundo cada vez más complejo en el que vivimos, y que no es el mundo inducido o ideal (y muchas veces ficticio) de la publicidad, la propaganda o el manejo de imagen, como vulgarmente creemos, sino en todo caso el mundo que nos impone la lógica dominante y dehumanizante del mercado.

El pensamiento filosófico o la necesidad de pensar
Como queda dicho, el pensar filosófico forma parte del pensamiento crítico o reflexivo, y resulta independiente del pensar científico (a pesar de sus estrechas relaciones), por lo que, sin necesidad de ser científicos, todos estamos en condiciones de elevarnos a otra dimensión del conocimiento o del saber que no sea el pensamiento espontáneo, ingenuo e irreflexivo que alimenta la actual cultura light y produce el llamado pensamiento débil a la vez que un individualismo masificado, socialmente disgregador.
El primer paso del pensar reflexivo es “extrañarse de lo dado, de lo espontáneamente conocido”, y su condición es la problematización de la realidad, que no implica encontrar un problema a cada solución, lo que sería un despropósito, sino conocer –como seres sociales que somos- las causas de nuestros problemas comunes, entendiendo con el mejicano Miguel Ángel Cornejo que “solamente podremos cambiar sus efectos cambiando sus causas”.
Con el fin de dejar atrás el pensamiento ingenuo y adquirir el hábito de un pensamiento reflexivo y revelador, cabe evocar un concepto del teólogo argentino Hugo Mugica (2002): “Vivimos una época light, lo sabemos, lo disfrutamos pasajeramente y lo padecemos, pero también sabemos la consecuencia de tanta indiferencia, de tanta omisión, de tanta distracción disfrazada de ingenuidad. En un niño la ingenuidad y la simpleza suelen ser conmovedoras; en un adulto raramente no es cobardía. Ciertamente, siempre es complicidad”.
Nuestra conciencia de lo que vemos, oímos y experimentamos forma parte de “la realidad”, por lo que, de no adoptar un pensamiento crítico y/o reflexivo sobre ella, tarde o temprano podría cumplirse la profecía de Aldous Huxley, el autor de “Un mundo feliz” (1932): “Los dictadores del futuro no van a requerir la fuerza de las bayonetas, porque a través de la propaganda podrán obtener el consentimiento de los dominados…”.
En tanto sujetos activos y no objetos pasivos de la realidad, reflexionar sobre el mundo que nos toca vivir es el primer paso para mejorarlo y transformarlo en un mundo que merezca ser vivido por nosotros y las generaciones por venir. //

Elio Noé Salcedo – Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes de la UNSJ y de la UNVM.

 


octubre/73, Edición Nº 35,  Año V, noviembre de 2017 – UNSJ