Antes eran los inmigrantes, hoy son los chimberos

Por Susana Roldán

Diversas investigaciones realizadas en la Facultad de Ciencias Sociales abordan el tema de las conflictividades territoriales, construcción de estigmatización y fragmentación de la sociedad. Desde ese ámbito, Sonia Torti, abogada, investigadora y especialista en Criminología, analiza la situación de una expresión cultural que florece en los barrios y que ocupa espacios no convencionales en la provincia: las murgas.
-Empecemos por definir si hay una percepción equivocada o no en esto de que los chicos que hacen murga, que usan espacios públicos para eso, son “mal mirados” por gran parte de la sociedad. E incluso hostigados por la policía. ¿Es así?
-Hay diferencias según el lugar. Acá en San Juan, no es lo mismo para Los soñadores del Parque, que se reúnen en el Parque de Mayo, que los chicos que ensayan en una plaza de barrio. A los Soñadores les ha costado mucho ganar el espacio y hoy ya están consolidados en ese lugar, pero no siempre fue así. Hay grupos que han sufrido hostigamiento, tanto por parte de la policía como por parte de la gente.
-¿A qué obedece que la gente común no quiera saber nada con estas expresiones, que son tan genuinas como un grupo que hace música folclórica, por ejemplo?
-La murga, en general, es una expresión de la cultura contrahegemónica, de lo que circula en ámbitos tradicionalmente aceptados por todos. Ya sus letras tienen como intención discutir el orden y todo lo que esté reglado. Eso hace que a muchas personas le cause cierta molesta tenerlos en la plaza del barrio. Son distintos, se ven distintos y hacen algo distinto a lo que están acostumbrados a consumir como cultura.
-¿Y por eso son peligrosos?
-Esa es la percepción. En general, cualquier persona que no tenga atributos de normalidad, es considerada peligrosa. Hay una construcción que equipara lo diferente a lo peligroso. Lo normal es visto como que logra mayor cohesión social. En cambio, lo que está fuera de la normalidad genera sospecha. A esto se agrega el tratamiento de temas como la inseguridad en los medios de comunicación y la estigmatización de la pobreza como equivalente a delincuencia.
-¿Esa es la causa de que la policía, en muchos casos, hostigue a quienes encarnan estas expresiones?
-El análisis del tema policial es complejo. Cuando la policía molesta a chicos que están haciendo murga en una plaza, es la sociedad la que los hostiga. La policía no es más que el reflejo de las creencias de cierta parte de la sociedad.
-Es bastante llamativo, sobre todo teniendo en cuenta que muchos de esos agentes de seguridad provienen de la misma geografía que los murgueros, ¿no?
-No es raro, porque como decía, el análisis es más complejo. A veces los policías, dentro de la institución, es como que se “desclasan”. Y aunque originariamente provengan de los mismos lugares, dentro de la institución esa pertenencia se desdibuja.
-Pasa a ser más importante la pertenencia a la institución. ¿Hay salida para estas conductas? ¿Hay manera de impedir que estas hostilidades sigan repitiéndose?
-Creo que hay que poner en marcha mecanismos sociales para eso. Si cuando la vecina llama a la policía para que corra a los murgueros de la plaza, la propia policía le explica que no están haciendo nada malo, es probable que las cosas empiecen a cambiar. Pero esta conducta no es algo novedoso. En otro momento de la historia, los mal mirados eran los inmigrantes. Hoy lo son todos los que vienen de lugares distintos. También es importante que quienes realizan estas expresiones culturales entiendan y ejerzan sus derechos. Cualquier chico o adolescente que sabe que no está haciendo nada malo cuando está en un espacio público y no se deja amedrentar, es un agente de cambio. Lo que pasa es que a veces son blanco de esas hostilidades y luego no se animan a denunciarlas.
-En las investigaciones se habla de “fragmentación social”. ¿Cuáles son las características de esa fragmentación, aquí en San Juan?
-Hay lugares y lugares. Lugares por los que puede circular determinado tipo de cuerpo, determinada cara. Si, por ejemplo, un chico o adolescente con aspecto desaliñado es visto circulando por zonas a las que simbólicamente no pertenece, se sospecha que está ahí para robar o delinquir. En cambio si ese mismo adolescente es visto caminando por una calle de Chimbas, por ejemplo, no pasa nada. No está bien visto ser chimbero, vestirse como tal, aparentar como tal y caminar por otras zonas. Eso es fragmentación social.