La palabra secuestrada

[ECONOMÍA POLÍTICA]  Para bien o para mal de las mayorías, siempre un Estado decide qué tipo de pasos dar en materia económica, y eso es política. ¿Qué habría detrás del uso del vocablo “economía”, así, a secas?

 

Por Fabián Rojas

El gran economista político Aldo Ferrer, en un ensayo titulado La enfermedad argentina, dice que en los años ’90, en el gobierno de Carlos Menem, volvió a repetirse un diagnóstico errado sobre los males económicos vernáculos. Así, señala que erróneamente volvió a sostenerse que “la responsabilidad de todos los males de la economía argentina radica en el déficit fiscal”, y en cambio sitúa una de las principales razones de los problemas en la última dictadura cívico militar y sus decisiones o, mejor dicho, en su política económica para el país. “A partir del golpe de Estado de 1976 y la liberación indiscriminada del mercado financiero argentino, se desencadenó un proceso frenético de endeudamiento especulativo, desvinculado de la expansión de la capacidad productiva y del fortalecimiento del balance comercial. La política seguida en la década del noventa agravó el problema”. A menudo se vincula esa política, esa decisión de convertir el país en una especie de reino financiero (como una incursión en el lado más funesto del capitalismo, costado ubicado en las antípodas de la economía real, de producción y empleo), con la política económica actual. Cirugía mayor es el título de un libro del economista político Julio Gambina, docente en la Universidad de Buenos Aires, de Rosario y de San Luis. Sobre aquella idea médica le dice a octubre/73: “Desde el Rodrigazo y la dictadura militar se reestructuraron la economía argentina, la política, la sociedad y el Estado. Eso siguió en los ‘90 y lo vivimos actualmente. Hay una continuidad tendencial histórica muy fuerte que tiene sectores altamente concentrados de la economía como grandes beneficiarios y una gran parte de la sociedad que pierde derechos”.
Pero todo ello, como argumentan diferentes teóricos, se trata de economía política, de disposiciones sobre el andar de la economía y no de “economía” a secas. “Uno elige hacer una cosa u otra –reflexiona Gambina-. Eliminar retenciones supone quitarle recursos al Estado para determinadas necesidades. Son decisiones de política económica y evidentemente hay una cirugía mayor que es un mecanismo de transferencia de recursos. En economía política se dice ‘nada se pierde, todo cambia de bolsillo’”.

Inflados
Entonces, como producto de esas decisiones de política económica, en ese juego también entra la inflación, tal vez el mayor hito fabricante de malhumor social argentino en los últimos tiempos. Sobre aquélla, el periodista y economista político Alfredo Zaiat, en su libro Economía a contramano, dice que cada medida sugerida para enfrentarla “tiene su impacto social y, por lo tanto, es política”. Y afirma que “el aumento de la cantidad de dinero en circulación fue, es y será la principal explicación de la ortodoxia, con su correspondiente propuesta de ajuste”. Tal es el escenario actual, con sus potentes motores para la inflación como lo son el dólar, el combustible y las tarifas de servicios con sus alzas de precios.
La inflación es “el” problema argentino y en el modelo de país entre 2003 y 2015 también existió. Según Fabián Saffe, profesor de Economía Política de la UNSJ, el modelo anterior se estaba agotando. “Se necesitaban divisas y no tenía la posibilidad de endeudarse en dólares (No. del R.: por el conflicto con los fondos de inversión o “fondos buitre”). Protegía el empleo, generaba actividad económica, pero a su vez generaba inflación. De ahí se pasó a este modelo, más liberal, una especie de chilenización de la economía, donde no se prioriza la industria nacional. ¿Se puede generar en Argentina un modelo como en Chile, basado en la explotación de minerales, en agronegocios? Sí, pero ese modelo es mucho menos inclusivo porque es un Estado chico. El modelo anterior protegía el consumo pero también tenía precios distorsionados. Cuando hay distorsión en los precios hay que manejar la política económica con cierta cautela y, en el caso de las tarifas, era plausible subsidiar el consumo de energía. Ahora se considera que las inversiones llegarán liberando el precio de la energía”, describe Saffe. Las fotografías indican que la política económica de uno fue la producción y el mercado interno; mientras que para el otro, con liberalizaciones a precios del mercado, tasas altas y apertura de la economía, la economía producto de sus políticas es el dominio de las finanzas y de la especulación.

Decisiones
Esos problemas del ámbito económico exceden las ecuaciones matemáticas y se relacionan con la toma de decisiones por parte de un Estado, para bien o para mal de las mayorías. Julio Gambina dice que “no hay una sola medida de política económica que no beneficie o perjudique a otros, como tampoco hay una medida que satisfaga a todos. Suben las tarifas y a muchos nos afecta, pero a quienes facturan esos precios les viene bárbaro. Y la misma relación se da con los combustibles y el dólar. No hay economistas asépticos ideológicamente: lo sepa o no lo sepa, todo el que habla de economía tiene una política detrás y una ideología”.
Es generalmente la ortodoxia la que habla de “economía” a secas, por lo que algo habrá en ese secuestro de la palabra “política”. Alfredo Zaiat dice: “La carrera de Licenciatura en Economía Política fue creada en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA (…) Las autoridades universitarias que irrumpieron con el golpe de Estado de 1976 eliminaron la palabra política del título de grado, restringiéndolo a Licenciatura en Economía. Suprimir ‘Política’ tuvo, precisamente, el motivo político de eliminar uno de los aspectos esenciales del encuentro con el saber económico para aprender conocimientos y herramientas necesarias para intervenir y transformar la realidad. Fue el comienzo de la hegemonía de la ortodoxia, de la ola neoliberal a nivel mundial (…)”. Ello “dispuso de facto el divorcio de la economía y la política, con la falsa pretensión de neutralidad de la enseñanza, el discurso y la acción de los economistas y de la política económica de los gobiernos”. Por ello, otra manera de honrar la democracia tal vez sea una nueva restitución después de otro secuestro: la del signo “política” a la economía.

 


Nota perteneciente a octubre/73: edición Nº38, año VI. Septiembre de 2018