Desinformación

[Contenidos bajo la lupa] El mundo se halla en tiempos agitados en materia de información y sobreinformación mediática. A ello se suman las redes sociales que, con su posibilidad de acceso masivo y su enorme poder de distribución en tiempo real, contribuyen fuertemente a construir sentidos. Las redes aportaron la pista vertiginosa para expandir ideas y valores para la vida en democracia y bajo tutela de derechos, pero también son responsables, junto con el periodismo, de la circulación de noticias falsas que operan contra la ciudadanía e incluso los Estados.

 

Por Fabián Rojas

En su ensayo de 2003 denominado “El Quinto Poder”, el periodista Ignacio Ramonet explicaba por qué el accionar del periodismo y los medios de comunicación han sido llamados durante mucho tiempo El Cuarto Poder. Refiere que el periodismo, en marcos democráticos en los que también pueden cometerse abusos y errores, operaba como un recurso, un contralor, un contrapoder del lado de los ciudadanos frente a injusticias perpetradas por los tres poderes tradicionales: ejecutivo, legislativo y judicial. Pero advertía que ya desde un día no muy lejano, con un nuevo capitalismo ya no solamente industrial sino predominantemente financiero y de especulación “asistimos a un brutal enfrentamiento entre el mercado y el Estado”. Y se formaron los grandes grupos multimedios, por lo que el autor señalaba que, en ese marco, “el Cuarto Poder fue vaciándose de sentido”. Desde allí, los medios poderosos ya no quieren ser cuarto poder, porque ellos son más que eso, mucho más, y no siempre son centinelas de los intereses de las mayorías. Por eso Ramonet proponía crear un «Quinto Poder» “cuya función sería denunciar el superpoder de los medios de comunicación que, en determinadas circunstancias, no sólo dejan de defender a los ciudadanos, sino que a veces actúan en contra del pueblo en su conjunto”.
Las cataratas de informaciones (o desinformaciones) que incluso pueden llegar a hacer tambalear o caer gobiernos (allí está Brasil y acá no por nada ha sonado mucho tiempo la frase “nadie resiste tres tapas de Clarín en contra”), puede significar, sí, que los medios dejen a la ciudadanía a la deriva. Por supuesto, aquí se habla de grandes medios y de corporaciones mediáticas, no de proyectos seguramente más discretos en lo financiero pero atentos a militar la comunicación como un derecho.

Por otras pistas
Con la globalización y concentración empresarial, incluida la de los medios, también creció exponencialmente el desarrollo de las tecnologías de la comunicación, con internet a la cabeza y el posterior advenimiento de las redes sociales. Y si el Cuarto Poder ya no es un poder defensor de la ciudadanía y es una de las tantas corporizaciones de la entidad mercado, las redes sociales aportaron la pista rápida para viralizar, expandir, las acciones en contra del cuerpo social, e incluso crearlas. El arma fundamental es la desinformación, mediante las noticias falsas (llamadas, en inglés, “fake news”, como una moda de los últimos tiempos) que pueden circular en los medios y viralizarse por las redes. Y viceversa.
Periodistas y estudiosos de la comunicación saben que lo de las fake news no es nuevo sino que se desveló, se hizo prácticamente una enfermedad diaria, gracias a las redes sociales, aunque no es privativo de ellas. La desinformación puede crearse en las redes y viajar a alta velocidad, pero también, salir de los medios. De hecho, Cecilia Yornet, investigadora en comunicación y docente de la UNSJ, cree que “las fake news más peligrosas son las que generan las mismas usinas que generan las que no son noticias falsas, que son los mismos medios o los poderes que hay detrás. Los medios no son sólo los medios, hay patas financieras y políticas detrás”, señala. El comunicólogo y periodista del Diario Página 12 Washington Uranga reafirma la idea y remarca que esas noticias “no son exclusivas de las redes sociales, aunque en ese ámbito se viralizan y multiplican”. Y continúa: “Yo agregaría que lo que hoy denominamos fake news han existido desde siempre en la historia del periodismo, si bien actualmente se organizan y construyen sistemáticamente y como parte de campañas de todo tipo”. A su turno, Leonardo Murolo, investigador y periodista del Diario Tiempo Argentino expone que las noticias falsas “existen en los medios de comunicación desde que el periodismo es periodismo. Pero con las redes sociales sucede una suerte de descentralización de quienes producen desinformación. Ya no son solamente los periodistas sino quienes tienen acceso a las redes. Y los medios de comunicación también circulan por las redes. Hay un tipo de consumo que es el scrolleo, que es ir corriendo la imagen para ver diferentes contenidos. Y ahí vemos memes, selfies, fotos de vacaciones y enlaces a medios de comunicación, de los que nos quedamos con los títulos; y a veces los títulos son parciales, intencionados o deliberadamente mentirosos y vamos por la vida repitiendo esa información. Las redes sociales tienen masividad, promueven un consumo fragmentado y tienen la velocidad de la información que no permite que nos tomemos el tiempo para chequearla”.

Ilustración de Martín E. R. Utermüller. Instagram: alma_generosa / Facebook: ilustraciones alma dulce

Así las cosas, es como que las redes, los medios tradicionales y los no tradicionales tocan en concierto y todo parece terminar confluyendo en una única mirada. “Las fake news ahora tienen otros soportes por donde circular, las redes sociales, con el agravante de que las redes producen el efecto de multiplicación. Hay que saber que siempre hay una intencionalidad detrás de todo contenido mediático, por eso hay que hacer un ejercicio diario, aun entre quienes estudiamos la comunicación, para tener siempre el registro de que siempre hay una intencionalidad”, afirma Cecilia Yornet, investigadora del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la FACSO UNSJ. Entonces lo que habría es una falsa pluralidad en medio de tantas voces posibilitadas por internet. “Si bien ahora hay más opciones, muchas veces se piensa que con dos o tres opciones (de información) que se leen, ya se cubrió todo el espectro. A lo mejor Google te muestra a las que están más patrocinadas o que se posicionan mejor en la búsqueda. Por eso esto de la posverdad (mentira emotiva que describe la distorsión deliberada de una realidad), genera una pos participación ciudadana política, en el sentido de que uno ya cree que participó solamente porque se comparte algo. Aunque esto sí sirve: muchos movimientos se han armado a través de las redes sociales. Hasta #NiUnaMenos surgió apoyado por Twitter”, dice Graciela Marcet, docente e investigadora de la UNSJ y periodista de El Nuevo Diario, de San Juan.
Efectivamente, la convocatoria de #NiUnaMenos nació en las redes. “Las redes sociales, y sobretodo Twitter, jugaron un papel central en la primera y masiva movilización, el 3 de junio de 2015”, informa Luciano Galup en su libro “Big Data y Política”. En ese texto el autor entrevista al filósofo madrileño Eduardo Fernández Rubiño, primer responsable de redes sociales que tuvo la agrupación de izquierda española “Podemos”. Fernández Rubiño dice en un pasaje de la entrevista: “Las noticias falsas y el fenómeno de su propagación son el reverso tenebroso de la democratización del espacio público que han traído las redes sociales. Por eso no puede hacerse una lectura acrítica de lo que ha supuesto esa revolución de la comunicación”.

Campañas del desprestigio
La Argentina viene de procesos de campañas electorales que movilizaron no sólo físicamente a la ciudadanía sino también en el espectro virtual mediante el uso inclaudicable de mensajes vía redes sociales. Las campañas electorales son terreno fértil para el afloramiento de fake news, por lo que algunas instituciones públicas lanzaron campañas para detectar noticias falsas y emisores falsos. Tal es el caso de los trolls, que son cuentas que pueden o no usar su identidad verdadera para enviar mensajes agresivos y descalificatorios; los bots, cuentas parcial o totalmente automatizadas que generan innumerables tweets en segundos, y cuentas falsas, de identidades falsas. Todos agreden a quienes piensan distinto y buscan imponerse en las redes, especialmente en Twitter – donde hay más periodistas, políticos y personajes públicos-, y al menos rasguñar un espacio en la agenda de los medios de comunicación. Con la neo existencia de los trolls, Daniel Tejada, periodista de Canal 13, de San Juan, asume que la tarea periodística “se complica el doble porque muchas veces esas personas no existen y tuvimos que aprender que lo que empezó a lo mejor como una desviación luego se profesionalizó en los llamados trolls centers, y se convirtió en una excelente herramienta de campaña”. Si bien ya bajó la fiebre electoral, el desprestigio electrónico seguirá siendo pan diario. Aquí y en el resto del mundo.

La pretendida objetividad
En estos tiempos de noticias falsas, casi como un salvataje de la “verdad”, surgieron sitios online que se encargan de chequear la información publicada en los medios de comunicación y de someter a un examen de veracidad dichos o cualquier tipo de publicación de personajes con algún peso en la agenda pública. Un ejemplo es el sitio chequeado.com (que se define como “medio digital no partidario y sin fines de lucro que se dedica a la verificación del discurso público y la promoción del acceso a la información y la apertura de datos”), al que incluso personajes invitados a canales de televisión o radios citan para convencer de que lo que están diciendo es “la verdad”. El sitio referido es dirigido por una abogada y periodista, esposa del intendente de Pilar, Buenos Aires, quien dejará la función el 10 de diciembre y pertenece a la alianza Juntos por el Cambio. Por esos supuestos intereses que hay detrás y por el enorme tamaño de empresas y grupos financieros que apoyarían económicamente al sitio, es que algunos comunicadores inquietos acusan de falsa la pretendida objetividad de Chequeado. “Sitios que aparentemente salen para contrarrestar la circulación de noticias falsas, también responden a intereses. Uno de estos casos es el de chequeado.com, que tiene por detrás a algunos de los grandes poderes mediáticos y empresariales de la Argentina. Pero también tiene por detrás, y esto me parece más delicado aún, fundaciones de democracia y ciudadanía financiadas por el Departamento de Estado de Estados Unidos. Esto lo hace Estados Unidos inteligentemente, a través de fundaciones, todo puro y aséptico, que destinan recursos, formaciones y becas para ser ellos y no nadie más quien nos diga qué es verdad y qué no lo es”, subraya Cecilia Yornet.
Por su lado, Leonardo Murolo dice que hay que hablar de “pretendida objetividad” porque “la objetividad, la imparcialidad o la independencia no pueden estar ligadas a la práctica periodística. Esta práctica es subjetiva, pero por supuesto que es seria, por supuesto que coteja diferentes informaciones, que estudia, que trabaja con datos. Por supuesto que se puede ser un buen periodista o un mal periodista. Lo que no se puede afirmar es la idea de objetividad porque todo sujeto tiene conocimientos históricos, sociales y culturales y no puede hablar desde el grado de la objetividad”.

Quinto Poder
El actual es un tiempo en que la información emitida por cada subjetividad más que correr por la vida cotidiana, la inunda. Y de allí las buenas noticias y prácticas para la vida democrática. Pero también, los datos viciados de nocividad. Por eso algunos profesionales del mundo de la comunicación sostienen que el público, el ciudadano y la ciudadana, deben estar atentos/as, ir de un sitio a otro, consultar distintas fuentes. Y por supuesto que el trabajo mayor es de los y las periodistas. “En primera instancia hay que educar en medios lo cual debería ser en escuelas secundarias y hablar allí de medios como entornos de subjetividades, de instituciones detrás de las cuales hay intereses. Esto sería a largo plazo”, destaca Murolo. Y agrega: “A corto plazo, la verificación de datos en las redes, cotejar que en otros medios haya salido la misma información, también consumir medios alternativos y medios de contrainformación”. En tanto, Daniel Tejada, del lado de la tarea de los comunicadores, dice: “Para nosotros cotidianamente esto ha implicado desarrollar los anticuerpos (contra la desinformación), fortalecer el olfato para detectar automáticamente, trabajar muy conectados en nuestra redacción para evitar que alguno de nuestros periodistas cometa el acto de candidez y ponga en riesgo la seriedad del medio. La técnica para sacarse las dudas es la misma de siempre: cruzar las fuentes”.

Una reflexión final
En la sección Miradas de este suplemento, el periodista Lucas Viano habla en un segmento de la entrevista sobre cómo favorece a la creación de fake news la precarización laboral de los periodistas. Cecilia Yornet abunda sobre el tema y grafica: “Otra cosa que internet no resuelve en los medios es la precarización laboral. Y eso influye en la divulgación de noticias falsas. Tener un medio que funciona todo el día por el esfuerzo de sólo dos personas que cobran mal, en negro, que tienen miedo de perder su trabajo, da por resultado de que si están solas en su turno en la web del diario, no va a ver a las fuentes, no va al lugar del hecho. Entonces entra a Internet y saca lo que más se publica. Y replica lo que más se replica. Y esto no es porque sean vagas o no tengan capacidad, sino porque tienen que cambiar la home del diario digital, una vez por hora, porque si no, pueden quedarse sin trabajo”. //

 


Perteneciente a octubre/73: edición Nº43, año VII. Noviembre de 2019