Ciencia no hecha, ciencia no dicha

El revuelo causado por la difusión de un supuesto análisis sobre el agua de ríos sanjuaninos y los minerales encontrados motiva una reflexión sobre lo que no trae el agua y las consecuencias de ello.

Por Susana Roldán

“Cuando cambia el observador, cambia todo”. Esta afirmación, que tiene tanto que ver con la física cuántica como con la ontología del lenguaje, es el punto de partida (y bien puede ser la síntesis) de una reflexión del historiador, docente e investigador de la UNSJ, Edgardo Mendoza, a propósito de la polémica que desató el episodio agua-minería en las últimas semanas. Lejos de minimizar lo ocurrido, Mendoza propone otra mirada, que sin estar situada en el extremo opuesto a la de quienes se limitaron a reproducir la información publicada en un medio digital mendocino, llama a pensar más en lo que no se hace que en lo que sí se hace, sin abrir juicio si se hace mal o bien.
Luego de expresar su asombro por este proceder, el historiador dice que “en realidad lo que es preocupante es lo que nuestras aguas no contienen, carecen de yodo, elemento esencial para el buen funcionamiento de la tiroides. Esto es grave, porque de allí se derivan problemas de salud que en San Juan son endémicos, se los puede rastrear desde la misma presencia de los pueblos originarios y genéricamente se los conoce con el nombre de bocio. Es decir la tendencia a producir tumores grandes y pequeños en el cuello como consecuencia de las deficiencias tiroideas”.
Además de relatar su experiencia personal, consecuencia de esta carencia de yodo (sufrió la aparición de un tumor maligno con su consecuente deficiencia tiroidea, seguido de una metástasis en un hueso de la cadera), Edgardo Mendoza llama la atención sobre algo que parece no haber sido advertido por las mismas usinas de formación de opinión ni por los investigadores afanados en analizar el agua de nuestros ríos: el perjuicio que causa en la población la falta de yodo. Dice Mendoza: “Lo que todavía es más extraño es que siendo los problemas tiroideos tan comunes en nuestro medio no causen preocupación en aquellos que a través de análisis minuciosos buscan la prueba de que nuestras aguas estén contaminadas por la actividad minera. Su situación es la que refleja ese cuadro titulado la Fiesta de los Locos. Su autor es Brueghel, el Viejo, un pintor holandés que trabajaba cuando Juan Jufré fundó San Juan. Es una fiesta de locos porque la búsqueda está orientada únicamente a tratar de encontrar problemas y margina el verdadero problema de nuestras aguas. Si los análisis dieran mal, ellos estarían bien”.
Aquí vale la pena detenerse en un concepto sobre el que el periodismo científico viene llamando la atención en los últimos años. Se trata de la ciencia no hecha (undone science), definida como la no producción sistemática de conocimientos, que puede ser no deliberada pero sí recurrente. Al respecto, dijo la periodista científica e investigadora Ana María Vara, en el Congreso de Comunicación Pública de la Ciencia realizado en 2013: “Básicamente la ciencia no hecha es la ausencia de conocimientos que de haber existido, podrían haber ayudado a la sociedad o algún sector de ésta, a fundamentar un reclamo. Se origina porque las elites son las que fundan la agenda para las fuentes de financiación pública y privada, dado que el conocimiento científico es complejo y caro. Hay una tendencia sistemática para que la investigación científica descanse en los presupuestos culturales y los intereses materiales de grupos privilegiados”.
Así como Edgardo Mendoza llama a no quedarse cruzado de brazos ante la problemática que ocasiona la falta de yodo en el agua que se bebe en San Juan con medidas preventivas (un marco legal que estimule el uso de sal yodada, por ejemplo), se impone que la ciencia asuma su responsabilidad en este tema. Sólo así se puede escapar de la politización del no saber, del no investigar y avanzar en una descolonización de la ciencia y la tecnología.
Concluye esta nota la reflexión de quien la motivó, el historiador Edgardo Mendoza. “Medidas preventivas que pueden ayudar a muchos. Corregir las deficiencias de nuestras aguas es prevenirnos, es como construir viviendas antisísmicas. Los problemas de nuestra geografía no empañan la belleza de nuestra tierra y nuestro deseo de vivir y ser felices en ella.
Y si logramos algo, bueno en ese caso podremos identificarnos con otro cuadro bellísimo, este de Brueghel, el Joven, que se llama Fiesta en el Pueblo, que es el tipo de fiesta que yo disfruto”.

Imagen: Fiesta en el pueblo, de Pieter Brueghel el Joven; Galería de Arte de Auckland. Fuente dominio público vía Wikimedia Commons.