Fortalecer la tolerancia a las diferencias

Escribe Oscar Nasisi, rector de la UNSJ


 Editorial: Año III – Nº19 – Junio de 2015

La movilidad estudiantil, de docentes, investigadores y creadores entre universidades de distintos países, constituye la faceta más dinámica de la globalización y la internacionalización de las casas de estudio. Y quiero detenerme aquí para hacer una diferencia entre ambos términos, ya que creo que es preciso definir a qué nos referimos cuando hablamos de uno y de otro. La globalización en educación es un concepto dinámico, que abarca el intercambio de personas y conocimiento para quienes participan de ella, mientras que la internacionalización es la capacidad que tienen las casas de estudio de poner en marcha acciones que faciliten ese intercambio. Estas acciones sin duda fortalecen la propia identidad de las universidades, que a su vez se enriquecen con lo nuevo y lo diferente que circula a lo largo de esta autovía invisible. Internacionalizar la educación superior se convierte así en un desafío para las universidades, que no sólo construyen en base a sus fortalezas puertas adentro de los claustros, sino que con su aporte refuerzan la identidad nacional y regional y definen un perfil en el que los nuevos conocimientos se funden con los anteriores en una amalgama muy beneficiosa.
Pero el intercambio de recursos humanos, formados y en formación, es nada más que la parte visible de este convenio marco. La parte más valiosa es lo que esto conlleva, es decir el intercambio de tecnología y conocimientos se convierte en una red que nos conecta y nos beneficia a todos los involucrados. El conocimiento, ya lo sabemos, hoy es un bien de muchísimo valor y por ello apostar a un conocimiento cada vez de mejor calidad enriquece en todo sentido a quienes se apropian de él.
Se ha dicho que una de las ventajas de la internacionalización para los estudiantes, docentes e investigadores es que favorece la tolerancia a la diferencia y fortalece la cooperación como estilo de trabajo. No hay por qué no creer que esto mismo ocurrirá con las universidades, a nivel institucional. Y así como para un joven estudiante o graduado, acceder a un intercambio es una valiosa oportunidad de desarrollar facilidad para adaptarse a los cambios y a nuevas y complejas realidades, para una universidad que participa de este intercambio es una excelente forma de entrenarse para reaccionar de manera rápida y efectiva a los cambios sociales, a las nuevas demandas y a las nuevas construcciones colectivas.
Apostar a la internacionalización de la educación superior es mucho más que formalizar nuestra voluntad de trabajar en conjunto con otras universidades del mundo. Es afirmar que la universidad argentina quiere ser protagonista del crecimiento del país, poniendo al servicio del bien común sus recursos humanos y sus alcances tecnológicos, como una forma de retribuir a la sociedad que la contiene y la sostiene.

 

Edición correspondiente a octubre/73 – Año III – Nº 19 – Junio de 2015