Matrícula y contexto

Desde hace más de cuatro décadas, la Universidad Nacional de San Juan imparte educación superior pública y gratuita a los jóvenes sanjuaninos y de la región. Sus preferencias estuvieron y están marcadas, de un lado, por el contexto sociopolítico en el que se encontraron y se encuentran inmersos y, del otro, por los mandatos culturales y sociales que otorgan a determinadas carreras universitarias una calificación mayor respecto de otras. Ambos factores influyeron e influyen en quienes eligen cómo continuar su vida después de la escu27ela secundaria.

Por Susana Roldán

En su origen, en 1973, la Universidad Nacional de San Juan estuvo conformada por la Facultad de Ingeniería y Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; el Instituto del Profesorado y la Universidad Provincial Domingo F. Sarmiento, además de los tres colegios preuniversitarios. Por lo tanto no es extraño que las ingenierías tuvieran fuerte preponderancia, en la primera época, sobre las otras carreras, dado que el arrastre de la UNCuyo era muy importante.
El primer dato que salta a la vista en el lapso que va desde 1974 a 1983, es que durante los tres primeros años de la dictadura la cantidad de nuevos inscriptos en la universidad disminuyó drásticamente: 641 nuevos inscriptos en 1977 contra los 2.100 de promedio de los años anteriores, tomando como punto de partida el año 1974. Durante 1977, 1978 y 1979 el promedio bajó a 832 alumnos, menos de la mitad de lo que se venía registrando. Para 1980 el panorama cambia y, hasta 1983, año de retorno de la democracia, la cantidad total de nuevos inscriptos nunca fue inferior a 1.100 jóvenes.
Para Silvia Montañez, socióloga e investigadora de la UNSJ, el fenómeno forma parte de “los efectos de los distintos modos de represión directa o indirecta sobre la población joven. Las carreras humanísticas o sociales no sólo sufrieron su cierre, la suspensión temporal de inscripción, sino también el distanciamiento (temor) de los jóvenes. Un aspecto también importante, es el estímulo desde las políticas educativas hacia las especialidades técnicas”.
La llegada de la democracia significó una recuperación en estos números, ya que en 1984 se registraron 2.131 nuevos inscriptos para toda la universidad. La facultad que más se recuperó fue Sociales, que obtuvo para ese año casi 600 nuevos inscriptos contra los 387 que registró en 1974, el mejor año de la década anterior. Ingeniería no consiguió llegar al nivel que registró en 1974 y esto en parte tiene que ver con la creación de la Facultad de Arquitectura, cuyos alumnos antes formaban parte de Ingeniería. Filosofía tampoco pudo llegar a su nivel del ‘74, aunque sí se recuperó bastante.

El primer boom: Informática

A lo largo de la historia de la UNSJ, hubo algunos picos de demanda que quedaron como hitos. El primero de ellos se sitúa en 1985, cuando la Facultad de Ciencias, Exactas abrió la Licenciatura en Informática. Ese año 1.102 jóvenes se preinscribieron como aspirantes a la carrera, efectivizando su inscripción 870. Esto significó que ese año, la FCEFN se puso en el primer puesto del ranking de facultades, con un total de 965 inscriptos, seguida por los 800 nuevos inscriptos de la Facultad de Ciencias Sociales.

El boom de Informática tuvo su razón de ser. Por un lado, la apertura de una carrera puramente tecnológica y, por otro, la incipiente demanda de recursos humanos formados en una rama que crecía en todos los sectores. Montañez agrega que “Informática, en sus distintas titulaciones, es una carrera muy visualizada con gran auge futuro, con fuerte potencialidad laboral, muy atractiva para las jóvenes generaciones. Y surgió en un momento histórico justo”.
El boom, sin embargo, fue solo eso. “Puede observarse con cada cohorte –dice Montañez- que el boom ya pasó. Un punto importante en este sentido es el impacto entre el imaginario sobre la carrera y su efectiva concreción: cuando los alumnos se enfrentan al curriculum que deben cumplir. De hecho, es la carrera con tiempo más prolongado en el egreso. A lo cual se asocian las múltiples ofertas de formación (en menor tiempo y menos exigencias) relacionadas con esta disciplina en la provincia”.
La matrícula de la Licenciatura en Informática fue descendiendo paulatinamente entre los años ‘85 y ‘89 y para 1990, la aparición de la carrera de Programador estabilizó la cifra de ingresantes.

83-93: Tomar la palabra

El retorno de la democracia, en 1983, repercutió fuertemente en la demanda de carreras orientadas a las humanidades y las ciencias sociales. Para 1993, la UNSJ alcanzó un pico de 3.500 nuevos inscriptos, sobre los 2.131 de 1984, de los cuales las facultades de Ciencias Sociales y la de Filosofía aportaron los dos tercios. El tercio restante se distribuyó entre las facultades de Ingeniería, Exactas y Arquitectura.
Analizado dentro del contexto social, puede sugerir la fuerte necesidad de los jóvenes de ejercer la libertad de expresión censurada por la dictadura. Esto se tradujo en el crecimiento de la matrícula en carreras como Comunicación Social, Periodismo y Publicidad y Propaganda.
Montañez agrega que “las carreras ‘tradicionales’, como Ingeniería y Arquitectura, siguieron incorporando alumnos dentro de su tendencia, alumnos que pertenecen a los sectores socioeconómicos medios-altos. El crecimiento de esta época estuvo dado en las facultades a las que se incorporan alumnos de sectores medios bajos. La opción del sistema universitario es una potencialidad para dichos sectores. Todavía la educación se aproximaba a la posibilidad de movilidad social, es el denominado proceso de masificación”.
El comienzo de los ´90 y el auge del liberalismo económico tuvo otra consecuencia: la gran cantidad de jóvenes que eligieron carreras vinculadas a la economía, tales como Administración de Empresas primero y Administración y Contador Público después. Por otra parte, carreras como Ciencias Políticas, Sociología y Trabajo Social comenzaron a recibir cada vez más inscriptos.
En cuanto a la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, el mayor impulso fue para Filosofía y Pedagogía. En sintonía con la opinión de Silvia Montañez, el director del Departamento de Filosofía y Pedagogía de la FFHA, Carlos Carbajal, señala que “la década del ‘90 fue una etapa de jerarquización, de prestigio social de las carreras universitarias. Hubo un desarrollo teórico en investigadores reconocidos del área de las Ciencias de la Educación que se fue incorporando al imaginario de las Instituciones Educativas y del Sistema Educativo Nacional. Cecilia Braslavsky, Juan Carlos Tedesco, Daniel Filmus, Inés Aguerrondo, etc., colaboraron en sus análisis para que estudios en Ciencias de la Educación adquieran gran demanda a nivel nacional. Nuestro Departamento generó un convenio con los institutos, en esos momentos llamados Terciarios. Recibimos estudiantes de Profesorados de Enseñanza Primaria y del Profesorado en Ciencias de la Educación y Psicología. Fue la época de oro para nuestra oferta”.
En la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, que ya se había separado de Ingeniería, el número de ingresantes se mantuvo estable: de los 146 inscriptos registrados en 1983, diez años después alcanzaron apenas 200.

1994-2003: el segundo boom

El siguiente período tuvo como principal característica el segundo boom en la matrícula, que estuvo dado por la aparición de las carreras de Abogacía, en 2000, y Contador Público, en 2002. La justificación es que ambas carreras, muy tradicionales para la idiosincrasia sanjuanina, sólo se dictaban en una universidad privada con sede en la provincia. Los que querían estudiar en una universidad pública tenían que irse de San Juan. “Grupos socioeconómicos medios-altos que prefieren una enseñanza laica y radicada en la provincia estimularon y apoyaron la creación de tales carreras. De hecho se recibió un gran número de alumnos provenientes de la UCC”, dice Silvia Montañez.
Con tantos detractores como defensores, el debate por la aparición de estas carreras trascendió los límites de la comunidad universitaria y se instaló en mesas de café, hogares y medios de comunicación. No es raro advertir, entonces, que en el año 2000 la carrera de Abogacía tuviera 2.972 aspirantes, de los cuales pudieron ingresar 1.379, cifra que superaba en una sola carrera, a los ingresantes de Exactas (504); Ingeniería (735) y Arquitectura (1.211). Para ese año, Filosofía fue la única facultad que superó en cantidad de ingresantes a la carrera de Abogacía, con 1.608 nuevos alumnos.
La carrera de Contador Público también atrajo muchas preferencias. De los 1.278 aspirantes que se preinscribieron en 2002, año del inicio de la carrera, 363 consiguieron ingresar. Al año siguiente lo hicieron 521. Muchos ingresaron por el sistema de equivalencias desde otras carreras de la misma universidad o de otras.
Estas dos carreras hicieron que de los 966 nuevos inscriptos que tenía Sociales para 1994, la cifra en 2003 llegara a 1.661. La incidencia en la cifra global de nuevos ingresantes a la UNSJ fue notoria, ya que para 2003 los inscriptos a primer año en las cinco facultades llegaron a 5.132, contra los 3698 que se matricularon en 1994.
Otras dos carreras, esta vez de la Facultad de Arquitectura, incidieron en este crecimiento. En 1996 comenzó a dictarse Diseño Industrial, que debutó con 250 ingresantes. Más tarde, en 2000, la aparición de Diseño Gráfico se llevó los laureles. Los 812 nuevos estudiantes para esta carrera consiguieron que la FAUD cuatriplicara la cifra de ingresantes del año anterior. Así, el D iseño se convirtió en el otro boom de esta etapa. Para Silvia Montañez, “el caso de Diseño responde al estímulo de tal disciplina en todo el país. Son de las ‘carreras de futuro’”.

2003-2013 El descenso

El año 2013, último dato disponible, registró una caída significativa en los ingresos a las cinco facultades. Apenas 3.594 nuevos estudiantes contra los 5.132 de 2003. La cifra de 2013 incluso es menor que la del año que más se le acerca, 1994, cuando se inscribieron 3.698 jóvenes. La facultad que más perdió fue Filosofía, que obtuvo 976 ingresos, cuando en 2004 había tenido 1.523. Arquitectura recibió a 310 nuevos alumnos, mientras que en 2004 había tenido 335; Sociales alcanzó 1.329 apenas por encima de los 1.305 de 2004, y Exactas descendió a 487 de los 501 nuevos estudiantes que ingresaron en 2004. La única facultad que logró crecer en este lapso fue Ingeniería, que venía haciéndolo paulatinamente desde 2004, cuando tuvo 528 nuevos alumnos hasta los 802 de 2013. Un dato: en 2012 y 2013 dio comienzo el dictado de nuevas carreras en los departamentos alejados.
El caso de Ingeniería merece un párrafo aparte. Mientras que en las orientaciones más tradicionales, como Civil, Eléctrica o Electromecánica el aumento de ingresantes se dio de manera paulatina a lo largo de los diez años, hubo otras carreras donde el ingreso aumentó de un año para el otro. Es el caso de Bioingeniería, que entre 2009 y 2010 pasó de tener 29 ingresos a alcanzar los 90.
La causa, para Silvia Montañez, hay que buscarla en el surgimiento de especializaciones y oficios y actividades semi-formalizadas que han ganado espacio en el campo laboral, atenuando el interés de los jóvenes por las carreras universitarias. “El viejo principio de la educación (titulación) como factor de movilidad social se cayó hace bastante. Los discursos circulantes apuestan fuertemente a sostener el valor social de la educación, pero las prácticas sociales lo deterioran”, concluye.
Así como en la década de los ‘90 los espacios universitarios eran considerados “playas de estacionamiento” de jóvenes en espera de trabajo, en la actual década los estudios universitarios no son una opción apetecible para los sectores medios, porque la brecha entre titulación y empleo se ha profundizado. El desafío, para las universidades, parece estar orientado a resolver esta distancia para recuperar el valor social de la educación superior.

FICHA: Mg. Silvia Montañez | Socióloga. Docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales – UNSJ

Las cifras expresadas en esta nota pertenecen a la Dirección de Censo y Estadística de la Secretaría Académica de la UNSJ.


Tenemos un gran desafío

ESCRIBE: Lic. María del Rosario Giunta, a cargo de la Dirección de Psicología y Psicopedagogía – Secretaría Académica – UNSJ

Pocha Pringles 1El contexto psicosociopolíticocultural genera-construye-estructura-reestructura subjetividad-identidad tanto a nivel macrosocial como microindividual, y es precisamente desde la identidad-subjetividad que el ser humano elige un proyecto de vida futuro y, por lo tanto, una ocupación-profesión.
La identidad se va reestructurando en las distintas etapas históricas, y es así cómo en este momento, que algunos autores califican como el de la posmodernidad, las tendencias del sujeto de la orientación vocacional apuntan a carreras cortas, tecnicaturas, carreras que en general se incluyen dentro del área social, pero al mismo tiempo de éxito o inserción laboral garantizada, que aseguren una remuneración económica importante y que, paradójicamente, no requieran de un gran esfuerzo. Y esto es así en respuesta a un sujeto estructurado por un imaginario psicosocial donde los valores imperantes giran en torno al dinero, el éxito fácil, y no en torno al valor de la educación y el esfuerzo.
De este modo caracterizamos, en líneas generales, al joven de nuestro tiempo como un sujeto desmotivado, insatisfecho ante el mundo del conocimiento en términos de carreras o de diversas áreas de la ciencia, carente o inconsistente respecto de sus intereses vocacionales y de su propia identidad debido a su escasa conexión con su mundo interno y casi exclusiva conexión efímera y superficial con estímulos e información a gran escala respecto del mundo externo, con dificultad para entusiasmarse y sostener sus objetivos y proyectos, y escasa tolerancia a la frustración, lo que promueve altos índices de deserción y abandono de los estudios. Dificultades en el aprendizaje y con temor al fracaso, coexistentes con sentimientos de omnipotencia y, por tanto, con limitada o carente conciencia de los propios límites, lo que hace que el joven, motivado en muchos casos por el valor dinero y no por sus reales intereses y posibilidades, se embarque en proyectos que no puede realizar o concretar.
El desafío que nos planteamos en la tarea de Orientación Vocacional es grande. En efecto, el proceso de Orientación Vocacional apunta a movilizar en el joven los recursos para encontrar las respuestas a estos aspectos fundamentales a la hora de elegir:
-qué quiero, qué me gusta, cuáles son mis intereses, mis expectativas, mis proyectos futuros;
-qué puedo, cuáles son mis fortalezas, cuáles mis debilidades, mis aptitudes, mis capacidades;
-qué áreas del conocimiento, qué carreras, qué trabajos se corresponden con esto que yo soy.
Esta tarea rebasa nuestros límites, ya que estamos hablando de un proceso de construcción o, en todo caso, de reconstrucción de la identidad de nuestros jóvenes de hoy. Necesitamos de los orientadores naturales tales como los padres, los docentes, los adultos en general, para que este proceso pueda desarrollarse en forma armónica e integral con todos los responsables comprometidos en su rol de referentes de nuestros jóvenes.


Edición correspondiente a octubre/73 – Año III – Nº 17 – Abril de 2015