Líquido elemento

Imprescindible para la vida, el agua no sólo ocupa las tres cuartas partes del planeta sino que también forma parte de todos los seres vivos. San Juan, donde conviven el oasis y el desierto, tiene su historia, su economía y hasta su identidad ligada indefectiblemente a la presencia o ausencia de agua. Las decisiones acerca de cómo usarla definen un modelo de desarrollo para la provincia y encienden el debate, cada vez más vigente, entre crecimiento y sustentabilidad.

 

Por Belén Ceballos, Susana Roldán y Fabián Rojas

Definida jurídicamente, el agua es una cosa. Es decir un objeto material susceptible de tener valor. Independientemente del derecho, para una provincia como San Juan, el valor del agua radica sobre todo en su utilidad para permitir la vida, cultivar la tierra y generar energía, entre otros usos. Ante la paradoja de ser una provincia productora de agua (ya que aquí se localizan las nacientes de los ríos) en la que, al mismo tiempo, el agua es un bien escaso, ese valor jurídicamente definido trasciende la definición y adquiere otras connotaciones.
Comencemos entonces por explicar de dónde viene el agua que usamos los sanjuaninos. “En los oasis de Tulum, Ullum-Zonda y Jáchal-Huaco, el agua proviene de ríos nivales de alta montaña, cuyas cuencas están enclavadas en la cordillera. Son de régimen nival-invernal: en el periodo abril-septiembre se empieza a acumular nieve, que con el aumento de la temperatura se derrite y derrama, generando así el caudal. En Valle Fértil, en cambio, el agua proviene de ríos torrenciales, es decir que está determinado por las lluvias de verano”, explica Germán Poblete, investigador del Instituto de Geografía Aplicada (IGA) y del Instituto de Investigaciones Hidráulicas (IDIH). María Eugenia Paz, investigadora del IDIH, precisa que “el agua usada en el Gran San Juan y en algunos departamentos cercanos viene del Río San Juan, que nace en la Cordillera de los Andes, en Calingasta, y se forma de la unión del Río Los Patos con el Río Castaño y el Río Calingasta. Esta unión se convierte en la fuente de agua de consumo para el Valle de Tulum. El departamento de Jáchal, por ejemplo, utiliza para consumo humano el agua del acuífero de Huerta de Huachi”.
Luego de su recorrido, el río San Juan va hacia el Desaguadero y “llega a Guanacache con suerte”, dice Germán Poblete. La razón es sencilla: la construcción de diques ha mermado considerablemente el caudal y es por ello que llega mucha menos agua a la zona, que otrora conformaba un sistema de 25 lagunas intercomunicadas, todo rodeado de tierra fértil donde se cultivaban alrededor de 2.500 km2. Estas características y otras, como la diversidad biológica, le valió la calificación de Sitio RAMSAR o humedal de importancia internacional, en diciembre de 1999 y, como tal, debería ser preservado. Algo que, como se verá más adelante, no cuenta con el marco jurídico apropiado por parte de la provincia para su cumplimiento.
Escasa y valiosa, entonces, ¿para qué se usa el agua en San Juan? Además del consumo humano, se usa para riego y para generar energía. Para que eso sea posible, fue precisa la construcción de diques –Ullum, Punta Negra y Caracoles- que impresionan por su majestuosidad y se convierten también en atractivos turísticos: un inmenso espejo de agua en medio de la montaña es la foto que nadie logra resistir.


Sobre diques y ríos

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Ing. María Eugenia Paz, investigadora del Instituto de Investigaciones Hidráulicas (IDIH) de la Facultad de Ingeniería de la UNSJ.

Como se dijo, el Río San Juan es un río nival de régimen invernal, que luego se derrite y derrama. María Eugenia Paz (IDIH) explica cómo es este ciclo. “Octubre es el mes en que generalmente comienza el escurrimiento del Río San Juan. El año hídrico se mide de octubre a octubre. En este período el río lleva determinados volúmenes que varían de acuerdo a las diferentes estaciones y temperaturas del año. Así, los grandes caudales se producen en el verano y los menores en el invierno”.
Esta irregularidad se salva con la construcción de diques. “Lo que permiten los embalses es la regulación del río, es decir, acumular agua en los períodos de grandes escurrimientos para erogarlos en los de bajo escurrimiento. Los picos de máximo y de mínimo escurrimiento pueden “aplanarse” mediante la regulación permitida por el embalse. El dique regulariza el caudal del río, pero también tiene otro objeto, que es la generación de energía. La regulación del caudal del río permite en muchos casos ampliar la frontera agrícola, aumentar las áreas de riego y mejorar la producción”, dice Paz.

Para el riego y para la producción agrícola un año bueno es que haya mucha precipitación nívea en la cordillera, por lo cual esa nieve luego se transformará en un buen escurrimiento del Río San Juan.

Para la investigadora, además de Ullum, Punta Negra y Caracoles, todavía hace falta un dique más. “Se calcula que el caudal anual de este río es de 2.000 hectómetros cúbicos, mientras que entre los volúmenes de los tres diques hoy hay aproximadamente 1.200 hectómetros. Aún pueden realizarse embalses por los restantes 800 hectómetros cúbicos, que es el caudal anual del río. De allí, la construcción del Dique El Tambolar. Con esto lo que se busca es tener la capacidad de embalsar todo el volumen del río, y así erogarlo de acuerdo a lo que se planifique en cuanto a riego y demás consumos”.

Para medir el caudal del Río San Juan se debe aforar. En el caso de aguas superficiales, aforar es determinar el área transversal que ocupa el río y medir las velocidades medias del curso en varios puntos. Luego se multiplica área por velocidad, lo que da como resultado el caudal. Se trata del volumen de agua que pasa por un punto en una unidad de tiempo.

 


La ciudad junto al río

Desde la cátedra “Historia de San Juan”, de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, el profesor Francisco Ceballos explicó que la fundación de San Juan, pasado el siglo XVI, ubica a los primeros pobladores de San Juan de la Frontera en el sector sur del río, ya que de esa manera se garantizaban los españoles una huida rápida hacia Mendoza, en caso de ser atacados por los pobladores indígenas que vivían en este lugar.
Sin embargo, a lo largo del siglo XVI y XVII quienes vivían al lado del río sufrieron reiteradas inundaciones, inclusive hacia fines del siglo la ciudad de San Juan se desplazó, del lugar en que fue fundada por Juan Jufré, veinticinco cuadras al sur, ya que los desbordes del río hicieron imposible la vida en ese sitio. El nuevo lugar en el que se asentó la ciudad fue la “Plaza de toros”, actual 25 de Mayo.
Además, el río siempre fue utilizado en San Juan para diagramar los canales y las acequias, que atravesaban los patios de las casas. Por ejemplo, la zona de Chimbas era el lugar en el que se buscaba agua y se traía en carros para distribuirla por la ciudad.
Hacia el siglo XIX, se realizaba la desecación de pantanos y distribución del agua para regadío, a partir de la explotación del monocultivo de la vid. Gracias a este aprovechamiento del agua de río, a través de canales, crecen fuertemente las plantaciones en los departamentos de 25 de Mayo, Angaco, Sarmiento.
Previo a esta organización, hubo algunos intentos ordenamiento del agua, como por ejemplo, en 1823, Salvador María del Carril constituye la “Policía del agua”. Luego aparece un reglamento, en 1851, que divide el territorio sanjuanino en diez secciones. Años más tarde, aparece la distribución que realiza Benavidez con el Dique Benavidez, conocido como partidor San Emiliano.
Actualmente, la política de agua giró hacia el cultivo de la vid y la construcción de diques. Estos no solo se planean para distribuir el agua sino también para el almacenamiento y producción energética. Los diques sobre el Río San Juan se diseñaron sobre el siglo XX y el Dique de Ullúm se terminó en el año 1981.
La provincia depende de una distribución eficiente del agua, ya que es un lugar árido y posee un solo río, cuyo caudal depende fundamentalmente de las nevadas en alta montaña.

 


El manejo, ayer y hoy

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Alejandro García, investigador de la FFHA de la UNSJ.

La distribución del agua siempre fue una preocupación de los pobladores. Alejandro García y Oscar Damiani, investigadores de la FCEFN y de la FFHA, explican que “el riego en San Juan data de muchos años atrás, es una zona árida por lo tanto necesita de agua para producir. Los indígenas construyeron el Canal del Indio”, ubicado en el departamento de Zonda. Este nacía a la vera del Río San Juan, en el borde del cerro Blanco.
Para estudiarlo tuvieron que reconstruir todo el sistema de riego, empezando por el canal matriz. Pudieron encontrar los canales secundarios y terciarios, es decir las acequias, lo que arrojó un dato muy interesante: transportaba entre 700 y 800 litros por segundo, representando una gran cantidad para el tipo de construcción que tenía. Era una obra hidráulica muy completa en la que no había derroche del recurso hídrico y tenía gran durabilidad, entre 800 y 900 años. “Los canales de cemento actuales no duran ese tiempo y ellos los construían con roca, piedra y arcilla”, dicen. Otro dato interesante: el sistema usado era igual al utilizado actualmente. “El cuidado y aprovechamiento del agua era fundamental porque si no, perdían la producción. Incluso había personas que cuidaban que no se perdiera el agua y que todos la recibieran”.
“Al llegar los españoles –refieren- cambiaron el curso del río y utilizaron otros canales dejando sin uso los construidos por los indígenas. A ellos sólo les interesaba tener mano de obra para conquistar esta zona”.

Entre 1966 y 1973 hubo una gran sequía en la provincia. Con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo se hicieron 70 perforaciones en Zonda para extraer agua. Luego el caudal del río se normalizó y los pozos dejaron de utilizarse. Ya en los años 90 sólo se pudieron reacondicionar 25 perforaciones. En los últimos años funcionaban unos 15.

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Oscar Damiani, investigador de la FCEFN de la UNSJ.

En cuanto a la red actual, Oscar Dölling y Jorge Millón, investigadores del IDIH, relatan que “en 1949 se construyó el Dique Nivelador La Puntilla, hoy llamado José Ignacio de la Roza. Complementariamente fue construido el Canal Matriz con una longitud de 2.500 metros y los tres canales principales impermeabilizados: Norte, Céspedes y Benavidez, que van a los departamentos. La red de riego es el sistema que incluye el Dique Ignacio de la Roza, el Canal Matriz, el Partidor San Emiliano y los tres canales principales de riego más los canales secundarios, terciarios y todas sus obras de derivación de agua a través de compartos sifones y compuertas de control. Durante varios años se consideró la red de riego de San Juan como la más importante de Sudamérica. Hoy tiene bajo riego una superficie de más de 120 mil hectáreas”.

El excedente de las fincas va a un sistema de drenaje que es tan importante como el sistema de distribución. Así, el agua termina en el mismo Río San Juan, aguas abajo. El último destino es Lagunas de Guanacache.

 


Un río muy variable

Germán Poblete (IGA-IDIH) investiga en base a estadísticas la variabilidad del Río San Juan. Opina que “un pronóstico real sería que en abril digamos cómo viene la temperatura nival. Lo otro es una cuantificación líquida de lo que está como sólido. Se hacen cateos de nieve, se tiene calculado en lugares precisos el equivalente de agua de nieve. Si vemos la historia del Río San Juan, observamos que es muy variable. La particularidad que tiene es que los primeros años del siglo pasado tuvo derrames altos. A partir del ‘44, empezó a caer, dio un salto, que también se produjo en el ‘77. Esos volúmenes altos no volvieron a repetirse y apareció una tendencia a la sequía, que tuvo su clímax en la etapa 68-71. De esa crisis nació la idea del dique de Ullum”.
Otros factores influyen en la cantidad de nieve que alimenta al río, por ejemplo los fenómenos del Niño y de la Niña. “El Niño es el producto de la interacción entre el Océano Pacífico y la atmósfera. Cuando se calienta el Pacífico en el Ecuador, hay un Niño. Cuando se enfría por debajo de lo normal, hablamos de una Niña. Cuando se produce un Niño, funciona para las nevadas como un disparador. No solamente es Niño-Nevada, sino que hay otros factores que intervienen. El Niño se presenta alrededor de abril y tiene su clímax en Navidad. Cuando se presenta, activa los otros factores que están incidiendo”, explica Poblete.

Variabilidad de los Ríos San Juan y Jáchal
Variabilidad interanual de los Ríos San Juan y Jáchal

 


Agua, arquitectura y energía

En su búsqueda por una mejor calidad de vida para las personas, la arquitectura le da al agua valores estético/ perceptual, funcional y simbólico, según refiere Daniel Lenzo, docente e investigador de la FAUD. “Las culturas indígenas comprendieron la importancia del agua como medio de subsistencia y la construcción de canales y acequias demuestra lo cuidadosos y respetuosos que eran. A partir de la construcción de la república comenzó a gestarse el manejo y control del agua concretándose en una legislación orgánica del agua. La modernidad propuso una mirada sobre la naturaleza en la que el agua ya no era vista solamente desde una perspectiva pragmática sino que se le confirió un valor paisajístico, resaltando los valores estéticos y perceptuales. Los valores que le da la arquitectura al agua son estético/ perceptual, funcional y simbólico. El primero se refiere a lo decorativo, como es el caso del uso de una fuente en un lugar para embellecerlo y hacerlo atractivo. Lo simbólico tiene que ver con el significado adoptado por lo que se ve y lo funcional se manifiesta a través del beneficio brindado por el uso del agua en determinado lugar, por ejemplo refrescar”.

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Daniel Lenzo, docente e investigador de la FAUD

Además del aprovechamiento hidroeléctrico, el agua también puede ser vehículo de transporte de la energía geotérmica, que es la que proviene del interior de la Tierra. Ernesto Kuchen, investigador del Instituto Regional de Planeamiento y Habitat, señala que “la energía geotérmica tiene múltiples aplicaciones para la industria, agricultura, ganadería, piscicultura, en edificios residenciales y públicos para calefacción, refrigeración y a mayor escala en generación de energía eléctrica (vapor). En San Juan es posible construir usando energía geotérmica. Tiene la gran ventaja de estar presente veinticuatro horas del día y durante todos los días del año, es decir 8760 hs/año. Hay manifestaciones geotermales de baja entalpía en el departamento de Iglesia. Algunas de ellas se emplean en balneología, como en las termas de Pismanta”.

 


Conflictos por el agua

En un escenario futuro, ¿es descabellado pensar en un conflicto global por el agua? Alejandro Pozzi, docente e investigador de la FACSO, opina que “aunque parezca que no sería posible una guerra de grandes dimensiones por el agua, habría que rebobinar un poco y preguntarnos de qué guerra estamos hablando”.
“Después de la caída de la Unión Soviética, parecía que iba a prevalecer la paz sobre los conflictos –dice Pozzi-. Esa ilusión duró muy poco y después hemos vivido en estado de guerra permanente. Lo que pasa es que no se volvió a dar una guerra general entre grandes potencias. Pero si uno mira la cantidad de víctimas que se han producido desde los ‘90 a la fecha, son tantos como en la Segunda Guerra Mundial. Lo que ocurre es que se han dado en la periferia del mundo”.
Según Pozzi, en ese estado de guerra, hay muchos factores de conflicto y depende de quien los analice, habrá distintas interpretaciones. Una fuente de conflictos muy importante son los bienes comunes y los recursos naturales: el petróleo, el agua. En ese sistema, el capitalismo ha seguido avanzando en su forma de acumulación. Se necesita una Tierra y media de recursos, y entre ellos, los recursos naturales. Para el 2020 van a hacer falta dos Tierras para sostener el sistema”.
Esos recursos, como el agua, que parece inacabable, también se pueden agotar. “Al ser un recurso tan vital, los reservorios de agua son cruciales. Lo que puede pasar es que los países más poderosos traten de presionar sobre el agua como un bien, para asegurarse la provisión que ellos necesitan. Y esa presión será por vías de la penetración económica, de comprar a oligarquías locales y golpes blandos. En síntesis, un conflicto por el agua, pero sin guerra”, concluye Pozzi.

 


Un código sin los diques

Federico Sanna es estudiante de Abogacía y realizó una investigación sobre el Código de Aguas y el impacto que tienen sobre el Río San Juan los embalses, proponiendo la necesidad de determinar un caudal ecológico. “El uso del agua está regulado a través de un Código que data de 1978, cuando todavía no existían los diques. Hay que reformarlo para regular las nuevas situaciones que antes no existían, ya que los tres diques existentes –Ullum, Punta Negra y Caracoles- traen una serie de impactos ambientales que no fueron considerados. Por eso lo mejor sería incluir un título que sea “Regulación aguas debajo de los embalses”. Esto permitiría hacer estudios de cómo es el impacto que hay producto de los embalses, para que se controle y se sepan las variaciones artificiales del caudal del río. También se podría establecer un “caudal ecológico”, que existe en otras provincias según el cual se deja correr en forma permanente un determinado volumen del caudal del río, que permite que se mantenga el medio ambiente y que no se sequen los humedales y todo lo que hay debajo de los diques. La principal consecuencia de no hacer esto es que San Juan está incumpliendo un tratado internacional de protección de humedales (sitios RAMSAR), además del daño que le causa. Existe un sitio RAMSAR en las Lagunas de Guanacache que se ha visto seriamente afectado porque no le llega agua suficiente.”
La otra consecuencia de esta falta de regulación, según Sanna, es que “se ha alejado al río de la cotidianeidad nuestra. Con los embalses y cortes de agua absolutos, los cauces secos se han convertido en basureros o ripieras. Hace décadas, los pobladores iban al río a pasar la tarde y eso desapareció porque el río está cada vez más lejos”. Y agrega que “también es necesario entender a nuestro río como parte de cuencas interjurisdiccionales. El Río San Juan no es sólo de los sanjuaninos. Hay comunidades y ciudades que se nutrían de esa agua, si el Desaguadero se seca, estamos creando perjuicio a otros argentinos. Está bueno aprovechar el agua de los sanjuaninos, pero hay que entender que son interjurisdiccionales y eso debería ser transversal a todo el Código de Aguas. Hay que encontrar un equilibrio en forma sustentable”.


Agua, arquitectura y energía

En su búsqueda por una mejor calidad de vida para las personas, la arquitectura le da al agua valores estético/ perceptual, funcional y simbólico, según refiere Daniel Lenzo, docente e investigador de la FAUD. “Las culturas indígenas comprendieron la importancia del agua como medio de subsistencia y la construcción de canales y acequias demuestra lo cuidadosos y respetuosos que eran. A partir de la construcción de la república comenzó a gestarse el manejo y control del agua concretándose en una legislación orgánica del agua. La modernidad propuso una mirada sobre la naturaleza en la que el agua ya no era vista solamente desde una perspectiva pragmática sino que se le confirió un valor paisajístico, resaltando los valores estéticos y perceptuales. Los valores que le da la arquitectura al agua son estético/ perceptual, funcional y simbólico. El primero se refiere a lo decorativo, como es el caso del uso de una fuente en un lugar para embellecerlo y hacerlo atractivo. Lo simbólico tiene que ver con el significado adoptado por lo que se ve y lo funcional se manifiesta a través del beneficio brindado por el uso del agua en determinado lugar, por ejemplo refrescar”.
Además del aprovechamiento hidroeléctrico, el agua también puede ser vehículo de transporte de la energía geotérmica, que es la que proviene del interior de la Tierra. Ernesto Kuchen, investigador del Instituto Regional de Planeamiento y Habitat, señala que “la energía geotérmica tiene múltiples aplicaciones para la industria, agricultura, ganadería, piscicultura, en edificios residenciales y públicos para calefacción, refrigeración y a mayor escala en generación de energía eléctrica (vapor). En San Juan es posible construir usando energía geotérmica. Tiene la gran ventaja de estar presente veinticuatro horas del día y durante todos los días del año, es decir 8760 hs/año. Hay manifestaciones geotermales de baja entalpía en el departamento de Iglesia. Algunas de ellas se emplean en balneología, como en las termas de Pismanta”.


Conflictos por el agua

En un escenario futuro, ¿es descabellado pensar en un conflicto global por el agua? Alejandro Pozzi, docente e investigador de la FACSO, opina que “aunque parezca que no sería posible una guerra de grandes dimensiones por el agua, habría que rebobinar un poco y preguntarnos de qué guerra estamos hablando”.
“Después de la caída de la Unión Soviética, parecía que iba a prevalecer la paz sobre los conflictos –dice Pozzi-. Esa ilusión duró muy poco y después hemos vivido en estado de guerra permanente. Lo que pasa es que no se volvió a dar una guerra general entre grandes potencias. Pero si uno mira la cantidad de víctimas que se han producido desde los ‘90 a la fecha, son tantos como en la Segunda Guerra Mundial. Lo que ocurre es que se han dado en la periferia del mundo”.
Según Pozzi, en ese estado de guerra, hay muchos factores de conflicto y depende de quien los analice, habrá distintas interpretaciones. Una fuente de conflictos muy importante son los bienes comunes y los recursos naturales: el petróleo, el agua. En ese sistema, el capitalismo ha seguido avanzando en su forma de acumulación. Se necesita una Tierra y media de recursos, y entre ellos, los recursos naturales. Para el 2020 van a hacer falta dos Tierras para sostener el sistema”.
Esos recursos, como el agua, que parece inacabable, también se pueden agotar. “Al ser un recurso tan vital, los reservorios de agua son cruciales. Lo que puede pasar es que los países más poderosos traten de presionar sobre el agua como un bien, para asegurarse la provisión que ellos necesitan. Y esa presión será por vías de la penetración económica, de comprar a oligarquías locales y golpes blandos. En síntesis, un conflicto por el agua, pero sin guerra”, concluye Pozzi.


Un código sin los diques

Federico Sanna es estudiante de Abogacía y realizó una investigación sobre el Código de Aguas y el impacto que tienen sobre el Río San Juan los embalses, proponiendo la necesidad de determinar un caudal ecológico. “El uso del agua está regulado a través de un Código que data de 1978, cuando todavía no existían los diques. Hay que reformarlo para regular las nuevas situaciones que antes no existían, ya que los tres diques existentes –Ullum, Punta Negra y Caracoles- traen una serie de impactos ambientales que no fueron considerados. Por eso lo mejor sería incluir un título que sea “Regulación aguas debajo de los embalses”. Esto permitiría hacer estudios de cómo es el impacto que hay producto de los embalses, para que se controle y se sepan las variaciones artificiales del caudal del río. También se podría establecer un “caudal ecológico”, que existe en otras provincias según el cual se deja correr en forma permanente un determinado volumen del caudal del río, que permite que se mantenga el medio ambiente y que no se sequen los humedales y todo lo que hay debajo de los diques. La principal consecuencia de no hacer esto es que San Juan está incumpliendo un tratado internacional de protección de humedales (sitios RAMSAR), además del daño que le causa. Existe un sitio RAMSAR en las Lagunas de Guanacache que se ha visto seriamente afectado porque no le llega agua suficiente”.

Federico Sana
Federico Sanna, estudiante avanzado de Abogacía, Ha realizado una investigación sobre el Código de Aguas

La otra consecuencia de esta falta de regulación, según Sanna, es que “se ha alejado al río de la cotidianeidad nuestra. Con los embalses y cortes de agua absolutos, los cauces secos se han convertido en basureros o ripieras. Hace décadas, los pobladores iban al río a pasar la tarde y eso desapareció porque el río está cada vez más lejos”. Y agrega que “también es necesario entender a nuestro río como parte de cuencas interjurisdiccionales. El Río San Juan no es sólo de los sanjuaninos. Hay comunidades y ciudades que se nutrían de esa agua, si el Desaguadero se seca, estamos creando perjuicio a otros argentinos. Está bueno aprovechar el agua de los sanjuaninos, pero hay que entender que son interjurisdiccionales y eso debería ser transversal a todo el Código de Aguas. Hay que encontrar un equilibrio en forma sustentable”.


Edición Nº30, año V, abril de 2017