Ciencia y poder

El investigador del CONICET Antonio Mangione se refirió a la intrincada relación entre investigación y decisiones políticas (y económicas). Fue en el Observatorio Astronómico de Córdoba, reunión de la que participó la UNSJ.

 

Por Fabián Rojas

Doctor en Filosofía, investigador del CONICET y comunicador, Antonio Mangione, de la Universidad Nacional de San Luis, ofreció una conferencia en el Observatorio Astronómico de Córdoba. Fue en el marco de la 9ª reunión de periodistas corresponsales de Argentina Investiga, sitio de comunicación de la ciencia de la Secretaría de Políticas Universitarias de la Nación, con el que colaboran universidade s del país. En ese encuentro en que participó la Universidad Nacional de San Juan, Mangione habló de la estrecha e intrincada relación entre ciencia y poder.

 

Detrás del candado
El investigador abrió el juego mirando la imagen de un candado desde distintos lugares. “¿A quién se le ocurrió inventar un candado?, ¿quiénes realmente lo fabrican?, ¿qué tipo de minería es la que extrae su metal?, ¿el mineral se importa?, ¿se fabrica en zonas alejadas o urbanas? Estas serían matrices constitutivas, jurídicas, políticas, económicas, ambientales, que están atravesadas fuertemente por el poder. Satélites sí, satélites no, asociados con, sin asociación. Esto es un entramado de poder”, dijo. Luego Mangione preguntó: “¿La ciencia es esa definición escolástica vinculada a lo metodológico, lo epistemológico y el quehacer científico?, ¿o se entiende sobre este entramado de tensiones políticas y de poder? ¿Para qué es utilizada? No hablo aquí sólo de ciencia básica o aplicada, o si es sólo ciencia para el bien de los pueblos. Digo que quienes tengan ciencia, desarrollos tecnológicos propios, cierta soberanía tecnológica, nada más que por tenerla, ejercen poder. La asimetría entre quien los tiene y quien no, genera poder en favor de quien los tiene”.

 

Patentes
Algunos números del Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INPI) exhibidos por Mangione muestran la cantidad de títulos de propiedad intelectual (patentes) solicitados en Argentina entre los años 2010 y 2014 (el investigador señaló que no hay datos aún del actual gobierno), según residentes (R) y no residentes (NR). En el año 2010, fueron 552 R contra 4.165 NR, y en 2014, 509 R frente a 4.173 NR. Hubo una similar relación en los años intermedios. “Las patentes de residentes son de quienes viven en Argentina; las de no residentes pueden ser las de investigadores de laboratorios o empresas transnacionales, cuyas casas centrales están en otros países. La patente del no residente indica que el desarrollo, aún con ayuda local, va a otro país, y obviamente eso significa fuga. El científico patenta acá pero cobra royalty (pagos de patente) en el exterior”, explicó. Luego, se preguntó qué tienen que ver las patentes con el desarrollo de los pueblos: “Si tengo patentes controlo parte del mercado y concentro o tengo algo de las ganancias; estas ganancias contribuirán al Producto Bruto Interno. No estoy seguro de que tener más patentes incrementa el PBI, pero sí está muy bien correlacionado”.

 

Asociados
En Argentina, también según el INPI, las patentes en 2013 estaban solicitadas para ingeniería y tecnología en un 48 por ciento, y para ciencias exactas y naturales en un 38, 2 por ciento. Las ciencias agrícolas lo hicieron en un 3,5 y las ciencias sociales, el 1,2 porcentual. “Latinoamérica en los últimos veinte años más que duplicó los indicadores de producción científica. Ahora hay que ver cómo es que se produjo. Cuando se ve con quién estuvimos asociados en la investigación, el primer país que aparece es Estados Unidos. Eso plantea una relación de poder”, sostuvo Mangione. En 2010, la producción de Argentina (en artículos) en colaboración con Estados Unidos era de 1.277, mientras que en 2014 era de 1.704, según gráficos que enseñó.

 

Cenicientas
Otro gráfico presentado por Mangione dice que el financiamiento de la inversión en investigación y desarrollo en 2014 fue de 27,4 por ciento en ciencias exactas y naturales; del 27,3 por ciento en ingeniería y tecnología; del 15,8 en ciencias médicas; de 13,3 en ciencias agrícolas, y ciencias sociales y humanidades suman 15,4 por ciento. “¿Por qué las ciencias sociales están en esta situación? Esto es porque a nivel mundial está instalado que las ciencias sociales son poco robustas. Hay una construcción de sentido de que esto es así. Y desde las ciencias sociales poco se hace”, se lamentó el científico. Otro tema, pues, de poder, que relega a las ciencias sociales y humanas a un lugar subsidiario.

 

Soberanía limitada
La ciencia tiene un papel importante en la balanza comercial de un país. Según datos de Mangione elaborados en base al INDEC, en 2014 en Argentina y en la rama industrial del sector manufacturero de alta tecnología (por ejemplo, rubros aeroespacial, computadoras, chips, farmacéutica, material quirúrgico) se exportaron bienes por 1.597 millones dólares, mientras que se importaron por 10.616 millones. En el sector de media tecnología (construcción de barcos, metalmecánica, etc.), las importaciones se incrementaron. “Esto es –analizó- porque al subir la inversión del desarrollo científico, se requieren más importaciones. Y esto es un problema histórico: no somos soberanos y no vamos a ser soberanos en todo. Ningún país es soberano en todo, en términos de manejar todos los recursos”, destacó Mangione. En cambio, en el sector de baja tecnología, en el período 2010 – 2014, se ve un superávit. “Hay años en que esto compensa el déficit anterior y años en que no lo hace”, aclaró.

 

Como en China, no
En un caso de fabricación de alta tecnología, Mangione describió: “Sólo hay dos o tres países que fabrican celulares íntegramente, el resto son armaderos. ¿Tenemos el know-how (conocimiento) para hacer chips en Argentina? Si nos lo propusiéramos, en dos años lo podríamos tener. Pero para hacer chips y para que un celular cueste 2.200 pesos, un trabajador debería ganar como en China, no como aquí. En Argentina hay un sector que trabaja en blanco y está bien pago. Esto es disputar el poder. Ya el tema no sólo es tener la tecnología, sino que para producirla se necesitan otras condiciones. Ya no importaríamos chips, los fabricaríamos, ¿pero a qué costo social? En China un trabajador gana un dólar y medio por hora”. Por ello, el conferencista advirtió que no sería bueno crecer si se crece a tasas chinas. Es decir, crecer a costa de salarios indignos, de salarios que son vistos como gasto y no como inversión. “En definitiva- redondeó Mangione-, esto es un entramado de poder muy fuerte. Era un tema científico que luego fue absorbido por la política económica, por los modelos económicos”. //

 


octubre/73, edición Nº34, Año V, septiembre de 2017 – UNSJ